martes, 3 de marzo de 2009

Manual de literatura para caníbales, de Rafael Reig

Estamos ante uno de esos libros que aparecen en las librerías de forma ocasional, pasan discretamente por las listas de libros más vendidos, si es que acaso aparecen, y discretamente se olvidan por el gran público; no es así para un reducido grupo de lectores que saben apreciar la riqueza que atesoran. Se trata de una obra divertida e inteligente. Rafael Reig repasa la historia de la literatura castellana de los últimos dos siglos, desde el siglo XIX, superando el presente y llegando a un futuro no muy lejano. No puedo dejar de recordar el éxito editorial de El Mundo de Sofía, y extrañarme que esta obra no se haya difundido más. Es otra muestra del panorama literario actual en el que predomina el marketing sobre la calidad.
La trama se desarrolla utilizando a la familia Belinchón a lo largo de los dos últimos siglos. El primer miembro no sabe leer ni escribir pero ya desde entonces se forma una saga que se vincula sin remedio a los principales movimientos literarios y a los principales escritores de este periodo. Los Belinchón siempre llegan tarde, no logran culminar su obra y quedan atrapados en una maldición que da lugar a numerosas situaciones en las que intervienen personales de la literatura universal. Desde el romanticismo hasta el siglo veintiuno con una guerra civil entre escuelas literarias.
A lo largo de la novela Rafael pretende comunicarnos su reflexión profunda acerca de la literatura y de los movimientos que van surgiendo con mayor o menor acierto. Como muy bien dice “Al fin y al cabo, la literatura no es más que un tipo que está en su casa y se pone a escribir en pijama. Este individuo obstinado escribe y escribe, sin parar, hasta que consigue terminar un libro. Después otro objeto lo imprime, otro lo distribuye y, al final del recorrido, siempre aparece otro, también en su casa, que se pone a leer sin zapatos, con los pies encima de la mesa. Esto es el fenómeno literario. Pare usted de contar. Tipos cansados, con ojeras, que escriben en pijama. Mujeres adormiladas en un vagón de tren. Hombres que se descalzan para leer más cómodos. Niños absortos en un rincón del patio durante el recreo.”
A diferencia de otras obras de este tipo, Rafael se moja en su opinión de las diferentes épocas, generaciones y escuelas literarias. Va en contra de las versiones oficiales que figuran en los manuales y cuando llega al presente y futuro posterior se atreve hasta con él mismo. No comparto todas sus opiniones pero reconozco su audacia. Creo que en determinados momentos se moja demasiado políticamente y seguramente sobra algún comentario. Aunque la novela pierde intensidad al final y su percepción del futuro y desenlace de la novela baja estrepitosamente en el último capítulo hay reconocer que demuestra un profundo amor a la literatura. No dejen de leerla; no les dejará indiferentes.

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