martes, 3 de marzo de 2009

El asombroso viaje de Pomponio Flato, de duardo Mendoza

Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) es un escritor de cuya lectura he disfrutado siempre. ‘La verdad sobre el caso Savolta’ y ‘La ciudad de los prodigios’ son mis novelas favoritas de este autor y, junto a ‘Sin noticias de Gurb’, las que más fama le han dado.
‘El asombroso viaje de Pomponio Flato’ es una amalgama de casos, situaciones y fuentes de información. El propio autor explica al final del libro que ha utilizado las fuentes clásicas como la Historia Natural de Plinio el Viejo. Creo también que ha usado fuentes modernas como famosa ‘Vida de Brian’ que se percibe durante la lectura de toda la novela. El argumento es muy sencillo: Pomponio Flato, Romano (de la orden ecuestre, como repite él mismo una y otra vez), apasionado y estudioso de la Naturaleza y de los griegos (si bien él mismo se lamenta de los tiempos que corren para el pensamiento ("...Atenas no es lo que era en tiempos gloriosos de Pericles. Hoy en día los preceptores en vez de inculcar sabiduría, sólo piensan en dar por el culo a sus discípulos"), hombre sometido a las flatulencias estomacales, deambula por caprichos del destino por Nazaret cuando el carpintero José (sí, el de la Biblia, el de toda la vida) se ve acusado de asesinato de un prohombre local (Epulón). Obligado por la falta de dinero es contratado por Jesús con insistencia. Nuestro antihéroe se dedica a recoger testimonios de lo más granado de la sociedad el mendigo Lázaro ("la pobreza es mi negocio y no soy negligente"), Filipo el griego, guaperas de curiosa identidad, Quadrato el legionario (el 'poli' duro), Apio Pulcro, el delegado de Roma ("es mi deber hacer cumplir la ley, no conocerla") y dos mujeres, que a su modo, son estándares: Berenice, la pija guapa, a la que Pomponio se refiere como "Berenice, la de brazos cándidos", o "Berenice, de pálida frente"; y la puta guapa, Zara, que es "Zara, la de hermosos tobillos", de la que también dice que es "no exigua en formas"... él mismo termina siendo "fugaz recipientario" de su servicios.
La novela intenta ser detectivesca, pero no llega porque el argumento, desde el punto de vista "negro", no funciona mucho. También intenta emular a la novela histórica y se perciben elementos quijotescos o cercanos a La conjura de los necios. El improvisado detective parece medio idiota (o idiota entero para ser sinceros y encima no tiene mucha gracia). La novela intenta divertir sin conseguirlo al estilo que Mendoza nos tiene acostumbrados.

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