jueves, 13 de agosto de 2009

El pintor de batallas, de Arturo Pérez reverte

El Señor académico de la Lengua Castellana, el ilustre ex-corresponsal de guerra y autor cinematográfico español por antonomasia (¿Cómo lo consigue?) da un giro a su carrera y nos trae una obra diferente en la que los protagonistas asumen la condición de argumento principal de la narración. Atrás quedaron aquellos libros en los que el argumento era el verdadero protagonista y los personajes eran meros actores de la película que vendría después. No es de extrañar en un autor al que sólo el cine consigue mantener en las listas de best-sellers. Se trata de un texto de reflexión, centrado únicamente en el diálogo entre dos personajes que Reverte utiliza para ventilar sus fantasmas interiores acumulados a lo largo de toda su experiencia como corresponsal de guerra.
No queda claro si es una apología contra las guerras o si trata de arremeter contra la cultura mostrando más cultura. En efecto, utiliza la ciencia, el arte, la fotografía y la guerra como eje argumental, mezclándolos en la coctelera sin una clara intención. Además da la sensación que el autor piensa que las guerras, más que una forma de manifestar la condición humana, son fruto del azar y de ese engranaje sideral cuyo culpable es el caos y la casualidad. Por otra parte su análisis de la condición humana, adornado por toda la novela con anécdotas e historias de dudoso gusto no deja de ser superficial, sin consecuencias. El protagonista acaba como empieza.
En definitiva una más de este autor cuyo declive se acrecienta a la vez que aumenta su fama. Lástima por los seguidores que esperaban un cambio de tendencia en este conocido escritor.

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