jueves, 25 de septiembre de 2008

El ladrón de arte, de Noah Charney

Una serie de robos de obras de arte se sucede por el mundo; un cuadro de Caravaggio desaparece sin dejar rastro en una iglesia de Roma; un Kasimir Malevich desaparece de la cámara acorazada de una fundación protectora del arte. Los museos importantes tampoco pueden evitarlo: un cuadro desaparece de la National Gallery de Londres. Inmediatamente se inician las oportunas averiguaciones, interviniendo agentes de todo el mundo. Lo que parece una serie de robos sin aparente conexión se convierte en una trama oscura con el mundo del arte, sus personajes y sus miserias como fondo aparente. Paradójico que el cuadro principal de la novela “Blanco sobre blanco” se utilice en una trama tan oscura en la que no se salva nadie: ni profesores, ni conservadores de arte, ni la aristocracia más británica…
Noah Charney es un joven escritor muy vinculado profesionalmente al mundo del arte. Fruto de sus experiencias intenta plasmar su visión de este peculiar mundo, ahondando en el conocimiento del arte, sus diferentes cánones, y mostrando anécdotas y curiosidades basadas en su experiencia. El autor intenta mostrar la fealdad que existe tras la belleza con poco éxito, liando la trama y exprimiéndola hasta límites poco creíbles.
Cuesta un poco hacerse a la idea y seguir el argumento ya que en los diferentes capítulos se entremezclan sin sentido los diferentes países y los personajes, lo que hace difícil su lectura. Los personajes son muy superficiales y con encefalograma plano; no hay ninguna psicología en sus actos y en muchos momentos te planteas si con esos inspectores será posible conseguir algún avance. Tengo la sensación que en su redacción se ha influenciado por alguna película de cine al estilo Thomas Crown…
Es un pena que este tipo de escritores goce de presupuesto editorial en el extranjero y que haya editores españoles que importen este tipo de obras que no aportan más que bulto y confusión en las casas de citas y lupanares literarios donde últimamente adquirimos nuestros libros. Si buscan profundizar en el mundo del arte no lo compren y si buscan literatura… ¡¡¡huyan!!!

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